sábado, 2 de octubre de 2010

De gatos, literatura y verdad

Pura casualidad (¿eso existe?). Me he acercado a David Foster Wallace y he quedado sorprendidísimo. Un libro: Hablemos de langostas (una obra teóricamente menor, de artículos de análisis en prensa). Y ya está liada. Y ya soy adicto a su estupefaciente literario. Qué fácil soy a veces, ay. Pienso hacerme con toda su obra en el menor plazo posible. Cuando un norteamericano tiene el don, es un peligro para un lector como yo (preso de los análisis encadenados e ingenuos a la vez).

Wallace falleció tempranamente en 2008. Relativamente joven, este chico con intereses de hombre diferente, es capaz de hacer el análisis más agudo que he leído nunca sobre el porno o la radio conservadora sin temblarle el pulso ni una ligera coma. Perfecto. Redondo. No sobra nada (bueno, a veces, demuestra que sabe tanto que se pasa, pero qué persona apasionada no le ocurre eso). No falta nada, eso sin duda. Visión rayos X, afilada, profunda y sin miramientos. Habrá a quien le guste o habrá quien le vea como un esnob indomable y pretencioso (todo el que escribe se la juega a eso). Nunca se llegaría a odiar en todo caso a los niveles de Cooper, pero bueno -siempre recuerdo una publicidad de un libro de Copper en unos lavabos de un teatro madrileño-. Lean Contacto o Guía y me cuentan. Si pueden.


D.F.Wallace existe para que creamos de veras en la literatura (por eso decía antes que no creía en las casualidadades, siempre me aparece uno de estos autores cuando tengo dudas o miedos de creador inseguro acerca de qué es eso de lo literario). Para que no pierda/perdamos la fe. Una forma directa de profundizar en la verdad (todo esa verdad que la ciencia pretende y nunca logra del todo). Esa verdad (rozada, nunca atrapada), creánme, la tiene el sr. Wallace. También he estado con otro libro, uno poco conocido de W.S. Borroughs, Gato encerrado. Una obra semipoética donde describe su relación íntima con los gatos. Sabían, por ejemplo, que en la cúpula de las SS nazis, se hacía cuidar un mes a un gato, dándole de comer, bañándolo, etc. para luego arrancarle un ojo. Se hacía con la intención de que el oficial nazi perdiera toda humanidad, cualquier forma de compasión. Otras culturas, en cambio, lloraban su muerte y lo paralizaban todo. Yo nunca he amado u odiado a un gato. Nunca creí en la literatura sobre gatos (hasta ahora). Me parecía que era cosa de señoras cursis que escribían el domingo a la tarde unos versos. Creo que tengo que rectificar. Puede que algun gato me salve (si no lo hace la literatura antes). Echen un vistazo por aquí.

Por cierto, me han regalado el nuevo de Bret Easton Ellis, Suites Imperiales. También uno de mi querido Norman Mailer sobre el viaje a la Luna. Lo olvidaba, hoy es mi cumpleaños.





[Sigo pensando que este grupo, You say party! We say die! es de lo más original en años. Me enamoré de su nombre, ahora lo hago cada vez más de su música]



1 comentario:

  1. felicidades por tu cumple, y por el nuevo número de azul eléctrico

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