viernes, 31 de julio de 2009

Leonard Cohen, el bardo de la voz rota, por fin en León


31 de julio. Esta fecha estaba especialmente marcada en mi calendario de citas importamtes. ¿Por qué? El bueno de de Cohen recala en León. Gracias, o pese (para él) a la estafa de su amante-manager vuelve a los escenarios. Una gran noticia para los que le seguimos. Al final, el hombre que le cantaba al amor, es engañado por el propio amor. Una gran lección, importante a cualquier edad. Dejar el monaterio zen y volver a la carretera. Una gran metáfora de la vida. Espero que Mr. Cohen vea la ironía del asunto.

Espero, también, que suenen en León (uff, quién me hubiera dicho a mí que Cohen pisaría León)sus grandes clásicos: Suzanne, First, We Take Manhattan o There Is A War. 25 temas (eso dice la prensa) que volverán a recordarnos por qué creíamos en su voz y sus palabras. Lo más hermoso, justo por detrás, de las mujeres que, a veces, nos hacen tanto daño, ay, pero que también nos movilizan a ser mejores. Nunca acaba uno de aprender.

miércoles, 29 de julio de 2009

Roger Wolfe, Migoya y el descanso que se ha ido



Se ha ido el descanso. Una noticia espeluznante, salvo por las agradables y buenas lecturas que me llevo. Destaco algunos nombres que me han causado una profunda impresión (bueno, Wolfe ya lo leía con 18 años y me sigue encantando): Hernan Migoya con su "Todas putas", unos relatos incisivos, provocadores y encantadoramente polémicos (lo de su violador y demás es un regalo para el lector inquieto -Rulo ya lo sabrá porque se lo he dejado para que me confirme el/los acierto(s) del autor- y el recuerdo colectivo de que la literatura no tiene porque ser políticamente correcta. He vuelto a darle otra oportunidad a Dennis Cooper con su "Contacto" (con una prosa e historias duras como el acero) y el libro de Gabriel Oca "La carretera muerta" con retazos del mundo de la heroína, buen humor y experiencia, mucha experiencia. Ah, también "Céline secreto", una recuerdo medianamente poético de la mujer de Céline y una adjunta que se cree una gran poetisa (sobra, claro). La historia, como siempre sorprendente, y Céline un gran tipo (aun con su máscara más deforme).



Pero el que he (re)disfrutado ha sido el bueno de Roger Wolfe, con "Noches de blanco papel", las obras completas de su poesía. Por cierto se aprece muchísimo a mark E. Smith de The Fall. He vuelto con esa grandeza que es "Arde Babilonia" y demás. Impagable también lo del british con alma española. Lo leía, está dicho, cuando andaba por la universidad y otros poetas me parecían aburridos, pretenciosos o no llegaba a comprenderlos. Wolfe es directo, sin miramientos, buscando los lugares y momentos que hacen remover al individuo por completo. Un fuerte punch en toda la cara que volví a recibir con gusto (la literatura debería ser eso). Bueno, Cooper no se le queda atrás, pero a veces acaba siendo desagradable. Y uno, para bien o para mal, ya no está para cosas desagradables.


miércoles, 15 de julio de 2009

AZUL ELÉCTRICO presenta nuevo número en el Cid este jueves 16




Por fin, ya está el nuevo número de Azul Eléctrico (la imagen es de la portada, pero con los colores modificados, no sé muy bien por qué). Lo presentamos este jueves entre el segundo y tercer concierto dentro de las actividades de León es +. Un marco perfecto para sacar a la luz un número cargado de elementos poéticos. Espero que lo disfruteis.

Y comienza, también, todas las cuestiones asociadas (entrevistas, notas de prensa...). Todo, claro, por este singular proyecto de nombre AZUL ELÉCTRICO - cultura subterránea. En breve, más sorpresas.


viernes, 3 de julio de 2009

Verdú o los modos de comprender el mundo

Vicente Verdú es lo más parecido que tenemos aquí a un filósofo del presente. Seguidor -pero también amplificador- de los postmodernistas, desde Debord hasta Baudrillard o Lipovetsky, analiza el tiempo que le (nos) ha tocado vivir con una precisión de cirujano abstemio y escasamente suicida. Verdú, creo, intenta saber y comprender, y como eso es algo realmente singular y extraño, un joven de apenas 30 años no le deja de leer, con una adicción irrefrenable, que es la que consiguen los buenos autores, los que algún día permanecerán, tras esta posible "Tercera Guerra Mundial" en marcha.




Verdú entronca con la filosofía de la sospecha, de la denuncia y del caos actualísimo. Sobrevivir al presente como la gran meta, todo para contarlo una y mil veces (aún a sabiendas de que no sirve para nada). Lo importante es ver o entrever las cosas en sí. Y conseguir que un lector joven e incrédulo lea a una generación que éspeculaba con su vecino, hasta que, claro, un día se volvió contra sí mismo. Cada vez más, es necesario un gesto, una acción, algo...